lunes, 3 de noviembre de 2008

La autoridad legal y la legitimidad


El estado moderno es desde su sustrato una unidad artificial y concensuada, creada por la comunidad a fin de tener un gobierno protector de sus intereses, el estado anterior aparecía como un espacio determinado por el gusto de Dios en el cual la autoridad devenía de la divinidad. De ahora en adelante, el estado se encargara de engendrar un marco en el cual los individuos satisfagan sus necesidades de tipo privadas.
El estado moderno presenta el problema de la legitimad, es decir, de la aceptación de sus normas como si se tratara de un ordenamiento moral. Para esto, el estado tiene como herramienta al derecho positivo, el cual no solo establecerá el orden en el mantenimiento de las relaciones privadas sino su propia auto-limitación para no pasar por encima de todos y de si mismo.
Locke hablaba de un estado de naturaleza en el cual, los hombres si bien no vivían en un estado de anomia(al estilo de Hobbes: “el hombre lobo del hombre”), al no estar reglados los comportamientos los hombres podían vivir en una contexto de inseguridad por no estar afirmada la propiedad privada y la vida misma. Para conseguir amparo los individuos consolidarían sus vínculos mediante un consenso, estableciendo un gobierno que proteja su vida, la libertad y la propiedad. Sin embargo, en pos de la seguridad -un gobierno al estilo del Leviatán- podía abusar de su poder por lo cual tornaría el contexto vivencial en un lugar aún más inseguro. Para que esto no suceda era menester implementar un límite al propio estado: una constitución que sea funcional a las leyes naturales.
Para Gianfranco Poggi la base de la legitimidad es la despersonalización del poder, por lo cual comparte la idea Weberiana de analogar la legitimidad a la legalidad. Esta idea arraiga la moral legitimadora a la legalidad racional. No es meramente un ordenamiento normativo sino que confiere aceptación partiendo de los fundamentos argumentativos del derecho.


Estado y Sociedad


El estado es una entidad unitaria que posee un centro de poder claro. En lo externo intenta sobreponerse de distinta maneras a otros estados protegiendo su soberanía (concepto basado en la población y territorio), en lo interno su formalidad se manifiesta a través del derecho positivo con la finalidad de ordenar los posibles conflictos y manifestarse-en tanto hacedor del derecho- como superior a cualquier entidad nacional.
La sociedad, en contraposición a la univocidad del estado, es una multitud de individuos con intereses particulares los cuales se relacionan con la alteridad,con el fin de perseguir privadamente la consecución de sus metas.
Tocqueville en su “Democracia en América” aclara que la relación entre estado y sociedad civil se hacia visible mediante la participación de los individuos en asociaciones cívicas. Para Marx, el estado liberal era funcional-y a la vez tenia como fin último serlo- a la burguesía, es decir que, las relaciones productivas (estructura) sustentas en el sometimiento de la clase trabajadora a la burguesía despiadada eran posibles en parte gracias al estado (superestructura). Habermas sostiene que la formalidad estatal es una herramienta útil para la consagración burguesa. El sistema capitalista se desarrolla por el funcionamiento mismo del estado. Lo que muestra en definitiva, la sumisión del poder político al económico. Quizás Gramsci haya sido quien más claramente notó la distinción, por un lado, del mercado y por el otro, del poder político ubicando a la sociedad civil como un punto intermedio entre los dos extremos.


El desarrollo del capitalismo y el consecuente problema de legitimidad


A partir que el capitalismo cobra fuerza, las relaciones entre la sociedad y el estado van a ir tomando posiciones nuevas de “envolvimiento”.
El capitalismo es un sistema de poder, por lo cual en su expansión asienta una distancia clara entre los que poseen el capital y los que venden su fuerza laboral. Este sistema para mantener su posición de preponderancia se acercará al estado para suprimir la posibilidad de aparición de grupos disidentes-“no poseedores de acumulación de capital”- de quebrar sus prerrogativas. Pero el estado al irse aflojando en sus riendas fue abriendo a la sociedad en sus conjunto a un mayor ámbito de posibilidad de peticiones, sea con la amplitud del sufragio, con la alfabetización que posibilitaba obrar en un mundo ahora industrializado. Esto permitió a los trabajadores organizarse para demandar reivindicaciones laborales. Causando que factores de presión como los sindicatos consiguieran a través del estado, con derechos de segundo grado o sociales injerir en lo privado. Empero, intereses privados se desatan en lo público, consiguiendo un grupo afectar a la totalidad.
Poggi menciona por un lado, los efectos del sistema ocupacional con el desarrollo de capitalismo ,y explica que la producción industrial necesita para desplegarse trabajadores con mayores capacidades, educados ,y por la administración misma de las empresas, más motivados. Esto tiene como consecuencia que al elevarse la formación del trabajador reclamará al estado mayor intervención. Más allá que los empleados sean favorecidos por el mercado laboral para ascender ubicándose como clase media, buscan y piden al estado ventajas asociadas a la seguridad. Los riesgos que implicaba trabajar serían satisfechos en formas de garantías. Es el estado de bienestar el que toma las bridas de la seguridad social, por ejemplo con: seguros de desempleo, de accidentes, jubilaciones, etc. A decir de Habermas la familia, la primera expresión societal, se desprivatiza.
Por otro lado, señala los efectos sobre el sistema de producción y apunta a la aparición de las sociedades anónimas y las corporaciones dentro del sistema económico industrial. Su ingreso trastoca la delimitación de lo público y lo privado. Estás empresas cumplen funciones que antes desempeñaban los estados, construyendo escuelas, capacitando a adultos y dando cursos en diversas gamas, haciéndose cargo de servicios, etc. Las construcciones por ejemplo pasan por licitaciones públicas controladas por el estado. Estás grandes empresas suelen violar el principio liberal de la competencia en igualdad de condiciones manteniendo relaciones con distintos grados de poder o a veces absorbiendo a sus pequeños contendientes. El poder económico engendra poder político, por lo cual las grandes empresas utilizando su rol importante en el mercado influye en los gobiernos, sea para lograr concesiones, sea para que el estado no obstruya sus movimientos. Hoy, el estado es en diversas formas utilitario a las empresas, otorgándole subsidios que permitan su tranquilo desarrollo con fondos públicos, reanimando el sistema educativo con el objetivo de proveer mano de obra capacitada a las industrias proporcionándole valor agregado a sus recursos humanos. El estado deja de cumplir un rol de contralor para dar lugar a un mercado que se autorregula.
Ante esto, cabe ver que si bien el estado puede verse como una entidad subordinada al poder económico, es menester aclarar que en ocasiones para lograr el acrecentamiento del poder,el estado hace uso de recursos económicos industriales privados. En el estado de bienestar el pleno empleo, la seguridad social, el consumo de tecnología significaban enormes gastos que las industrias en la relación económica ayudaban a solventar o proveer. En el estado neoliberal la empresa cumple un rol de predominio, pero el estado mínimo se ve potenciado a nivel global y soberano, frente a otros estados.
Poggi menciona que hacia fines del siglo XIX y principios del XX, la tendencia legitimadora fue dirigida hacia lo externo del país con la consecuente aprobación interna por las guerras y los botines coloniales. Pero después de la segunda guerra mundial los estados retomaron sus fuerzas legitimadoras al interior de sus naciones fundado en el crecimiento económico. El fin del estado era lograr la prosperidad para sus adentros. El estado se inserta en la economía para lograr bienestar.

domingo, 23 de marzo de 2008

El ejercicio del poder

Apariencia y realidad

Abel Posse: “Una democracia sin estado es como una democracia muda, impotente, parapléjica”

Uno de los rasgos más primigenios a lo largo de la historia de la ejecución del poder, ha sido el autoritarismo en sus diversas formas. Tiranía, dictadura, autocracia y despotismo, eran y son, las formas facticas de acceso y ejercicio del poder concebidas en la fuerza. La tiranía que es la forma corrompida de la monarquía, la dictadura que es la jefatura suprema que no está sujeta a leyes, el despotismo que es la dominación ejecutada sobre los esclavos y la autocracia que es el mando total sujeto a la voluntad de un solo hombre. Todas, están bajo el denominador común que es el gobierno de uno solo sin límites, restricciones y rendición de cuentas. El totalitarismo del S.XX y principios del XXI dilató las perspectivas pasadas subyugándolas a un tipo de democracia particular, de tipo delegativa, legitimada por los ciudadanos. Es una tipo de gobierno que encomienda absolutamente todo en el poder ejecutivo, es una forma de administración paternalista y unipersonal, pero aceptada con el voto de los ciudadanos que después de elegir al mandante se desentienden de la actividad pública.

En nuestro país, hombres como Irigoyen y Perón, considerados el eje de la causa nacional, el paradigma de los intereses del pueblo, el mesias. No permitían controles u oposiciones, además al ser tan mayoritarios carecían de rendición de cuentas al congreso ya que lo poseían en su conjunto. El supuesto de este tipo de democracia es que al presidente lo votó la mayoría, y que por ello tiene la posibilidad e incluso el deber de gobernar como lo pretenda, sin obstáculos, por el supuesto bien de todos.

En la actualidad, a nivel nacional, la presidente Cristina Fernández de Kirchner y anteriormente su esposo, usaron el procedimiento verticalita como forma de poder. Cercando los poderes legislativo y judicial, sojuzgando las instituciones autárquicas como los medios de comunicación, y sometiendo a las provincias a que acepten su voluntad, la vía para ello es el federalismo fiscal que infiere un trato igualitario a todas las provincias que habitan el suelo argentino, pero esto en la realidad no es así. El régimen de coparticipación está sometido a la voluntad de la presidente y al acatamiento de los gobernadores, un ejemplo de esto, es la provincia de Mendoza que no recibió 40 millones de pesos para equipamiento de seguridad porque su gobernador no aceptó cambiar su ministro de seguridad. Por otro lado, la mayoría indiscutible en el senado y el congreso le permite a la presidente ejercer su voluntad sin consulta alguna, además la justicia, gracias al Consejo Asesor de la Magistratura-que tiene en su aposento mayoría oficialista - debe ser condescendiente con ella, porque gracias a este instrumento puede removerse jueces a placer, como le sucedió al juez Tiscornia que había decidido llevar a cabo un juicio contrario a los intereses del anterior mandatario.

En Tucumán la realidad no es muy distinta, la concentración del poder político radica en un solo hombre, José Alperovich, que desde su llegada al poder sumó para sí la totalidad del bien público. En la legislatura cuenta con 44 de los 49 camaristas, hombres y mujeres sumidos a la voluntad del ejecutivo, cuando se supone que es un poder independiente. También, el consejo deliberante responde al gobernador, y la mayoría de las normas acaecen desde el alto mando. Las intendencias y las delegaciones comunales son abarcadas por la coparticipación municipal, analogía de lo que pasa a nivel nacional. Por otro lado, el poder judicial ya cuenta con un hombre elegido por el gobernador, Antonio Estofán, y un amigo de juventud política del gobernador, René Goane. Además, Los medios de comunicación escasean de libertad y son resumidos a su mínima expresión, no es deber del comunicador ser oposición, sino de control, pero la existencia del medio se ve condicionada a la publicidad estatal. En contraposición, la oposición diezmada en cantidad, no sabe mostrarse como alternativa, disuelta y sin iniciativas claras, algunos reprochan sin ofrecer al ciudadano posibilidades de soluciones, otros se cierran en sus ideologías de antaño y no dicen nada, otros son leales a sus convicciones y no ceden al gobernador, pero fracasan en sus propuestas. Además, la confianza en la oposición se vio desgajada por sucesos como el traspaso al oficialismo del intendente de Simoca y el legislador Palina, y a nivel nacional de Roberto Lavagna. Aquel adagio Maquiavelico: “divide y reinaras”, es aun hoy útil a los intereses pragmáticos de los gobernantes actuales.
El “vamos por todo” impuesto por Beatriz Alperovich es una muestra en palabras de la forma de ejercer el poder en Tucumán. Y aquel que no se adecua al modelo de gobierno pone “palos en la rueda”. Como lo demuestran las encuestas del principal asesor del gobernador –Hugo Haime- el común de los ciudadanos ve con agrado la autoridad y la fuerza a la hora de actuar, manifestarse en público o mediaticamente.

La democracia como participación ciudadana, el estado como suma de individuos habitantes de un país, la republica como división de podes, los parlamentarios como representantes, la ley analogada a la justicia, en fin…la política como bien común, es hoy, apariencia que se encumbra detrás del velo de la realidad enmascarada.